Ciudad Real tiene un nombre que ya suena muy histórico, como avisando de que en su pasado hay cantidad de tela que cortar.
Y la hay, claro que sí, aunque las noticias más antiguas de la población no son tan remotas como quizá podrías esperar. Que no te engañe la espectacular Puerta de Toledo con su aspecto de fantasía árabe, porque cuando se levantó, alrededor del siglo XIII, los ejércitos del Profeta ya estaban lejos de la zona, y hacía bastante poco que aquí existía un asentamiento estable.
¿Y de dónde había salido ese asentamiento?, te preguntarás. Pues de una costumbre de la Reconquista: la de ir repoblando los territorios desiertos a medida que el enemigo musulmán retrocedía hacia el sur. En este caso, parece que la repoblación fue cosa de un tal Don Gil, así que la primera aldea formada en el lugar tomó prestado su nombre y se conoció como Pozo Seco de Don Gil o Pozuelo para los amigos.
Algún tiempo después, Alfonso X el Sabio se fijó en aquel pueblo. Pero resulta que la zona estaba entonces dominada por la poderosa Orden de Calatrava, medio religiosa, medio militar, y que al monarca no le hacía ninguna gracia la perspectiva de sus intromisiones e influencias. Así que otorgó privilegios a la población, ordenó que se rodeara de murallas, la rebautizó como Villa Real y dejó bien claro que allí solo mandaba él.
Todo eso ocurría en 1255, y la ciudad se preparaba para crecer, progresar y construir templos, que era lo que tocaba. La Iglesia de Santiago, la más antigua de las que hoy se conservan, no es exactamente románica ni exactamente gótica, sino una mixtura de ambos estilos con salpicones islámicos. Un templo que no puedes pasar por alto en tu visita.
Que tampoco se te escapen la iglesia de San Pedro, el Santuario de Nuestra Señora de Alarcos, ni, por supuesto, la catedral, que hasta tiene detrás una de esas clásicas leyendas con aparición de la Virgen y todo. Y si ya te parecen suficientes iglesias, acércate a la casa natal de Hernán Pérez del Pulgar, un temerario guerrero renacentista cuyas tácticas militares le valieron el derecho a ser enterrado junto a los Reyes Católicos en la Catedral de Granada. Un rarísimo privilegio para un personaje que tuvo que ser realmente especial para lograrlo.
Para terminar de despistar a tus conocidos con los selfies, hazte uno delante del nuevo ayuntamiento de la villa, de 1976. Es cuestión de unos segundos que alguien te pregunte: pero a ver, ¿tú estás en Flandes o en Ciudad Real?
