La villa de Castro Caldelas se halla posada sobre una colina cercana al río Edo, en la mágica Ribeira Sacra. Estás en una zona plagada de antiguas iglesias, monasterios, santuarios y ermitas, pero lo que domina Castro Caldelas es otra cosa. Un castillo medieval. Algo bastante difícil de ver en Galicia porque, aunque haberlos los hubo, la gran mayoría fueron arrasados durante las llamadas Revueltas Irmandiñas.
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La villa de Castro Caldelas se halla posada sobre una colina cercana al río Edo, en la mágica Ribeira Sacra. Estás en una zona plagada de antiguas iglesias, monasterios, santuarios y ermitas, pero lo que domina Castro Caldelas es otra cosa. Un castillo medieval. Algo bastante difícil de ver en Galicia porque, aunque haberlos los hubo, la gran mayoría fueron arrasados durante las llamadas Revueltas Irmandiñas.
Pero empecemos por el principio. Se sabe que estos lugares estaban poblados hace miles y miles de años, aunque esa parte de la Historia permanece bastante brumosa. Los romanos, naturalmente, aparecieron hacia el siglo I antes de Cristo e hicieron pasar por aquí la vía que conectaba Braga con Astorga, además de montar un campamento y entretenerse buscando, y encontrando, oro por la zona.
Pero va a ser en la Edad Media cuando Castro Caldelas toma verdadera forma histórica. Se levantan dos monasterios en las cercanías, la tierra pasa por las manos de varias familias nobles y los reyes empiezan a otorgarle fueros y privilegios. En el siglo XIV le sale un castillo en todo lo alto, mandado construir por el señor de Lemos. Pero sus murallas y su torre del homenaje no iban a permanecer intactas demasiado tiempo, porque en la segunda mitad del siglo siguiente llegaba la revuelta contra los atropellos de aquellos señores encastillados, y la fortaleza quedaba hecha un desastre.
Terminado el episodio, el conde de turno se enfadó mucho con los del lugar por haberle estropeado su fortificación y los asfixió con impuestos abusivos para reconstruirla, así que los vecinos le pusieron un pleito que llevaría décadas resolver, pero que finalmente se resolvió a favor del pueblo.
A trancas y barrancas el castillo acabó restaurado, aunque lo dejaron con más pinta de palacio renacentista que de bastión defensivo. Pero en el horizonte aún quedaban sorpresas desagradables como la Guerra de la Independencia, de la que el monumento emblemático de Castro Caldelas salió carbonizado gracias a un general napoleónico.
Pero por suerte, la hermosa villa y su castillo, asomado al impresionante cañón del río Sil, se recuperaron. Hoy puedes recorrer sus calles empedradas, observar los blasones de sus casas y visitar sus antiguas iglesias. También puedes lanzarte a los senderos que te llevarán a recorrer los bosques de robles y castaños de los alrededores y a descubrir cosas sorprendentes en cada trecho. Estás en la Ribeira Sacra: ¡así que aprovéchalo! ¡Que por aquí hay mucho que ver!