Si nos guiásemos solamente por los datos, tendríamos que decir que Roda de Isábena es un diminuto pueblo oscense, asomado a un valle y con unas poquitas decenas de habitantes.
Pero nos estaríamos dejando ciertos detalles. Como que tiene una espectacular catedral románica, los restos de unas murallas medievales, un palacio renacentista y alguna que otra cosa más. Vaya, lo que suele haber en los pueblos de cincuenta o sesenta habitantes…
¿Pero de dónde sale tanta cosa impactante en un espacio tan reducido? Pues de las profundidades de la Historia, claro. Verás…
En este sitio ya levantaron los romanos una fortaleza, y mucho después, en el siglo X, se volvió a fortificar la población con un castillo y algunas torres defensivas. También se construyó una catedral, porque Roda era sede del obispado y, oye, le tocaba tenerla.
Pero los árabes estaban cerca y empujaban fuerte; tanto que acabaron arrasando el lugar en el año 1006, y Roda se quedó sin catedral y sin castillo. Al mando de aquella terrorífica incursión estaba Abd al-Málik al-Muzáffar, el hijo preferido de Almanzor.
La plaza pronto fue recuperada por los cristianos, y aunque el viejo castillo jamás se rehízo, sí se emprendió la construcción de una nueva catedral, la de San Vicente, consagrada en el año 1030. Funcionó como tal durante más de un siglo y después perdió su condición de sede episcopal.
Con sus piedras románicas, su hermoso claustro y su cripta con extraordinarias pinturas murales, la catedral es el gran tesoro de Roda. En el siglo XVIII se añadieron el pórtico de la fachada sur y la torre campanario, así que el exterior que puedes ver hoy resulta una curiosa mezcla estilística. Te aseguramos, además, que no encontrarás otra catedral en ninguna población de este tamaño.
No dejes de echar un vistazo a las nobles piedras del Palacio del Prior, también conocido como Casa Abacial de Roda, un edificio fortificado del XVI que es otro producto de una época violenta.
Y es que por si fueran pocas las guerras y catástrofes que le ha tocado soportar a Roda de Isábena, aún tuvo que aparecer por aquí Erik el Belga, uno de los mayores ladrones de arte del siglo pasado. Erik entró en la catedral rotense una noche de 1979 y arrampló con treinta obras, que no fueron más porque no había suficiente sitio en los vehículos usados para el atraco.
Pero lo más curioso del asunto es que el autor del robo volvió al pueblo en los años noventa, a donar algunos cuadros. ¡Y tan contento, oye!