Cuando llegues al encantador pueblo de San Martín de Trevejo, en el valle del Jálama, te van a llamar la atención unas cuantas cosas.
Una de ellas será, seguramente, el arroyo de agua cristalina que corre por el centro de las calles del pueblo. Otra, que es probable que escuches a alguien de la localidad hablando en una lengua que no acabas de situar; pero para contártelo estamos nosotros. Lo que oyes es “a fala”, un peculiar tesoro que este lugar comparte con dos municipios vecinos, Valverde del Fresno y Eljas, y sobre el que los lingüistas no se acaban de poner de acuerdo. Parece tener origen galaico-portugués, aunque también recuerda al bable, y está relacionada, casi seguro, con la repoblación que trajo aquí a personas procedentes de zonas del norte. El aislamiento de San Martín hizo posible que "a fala" se fuera cociendo, tranquilamente, y llegara hasta nuestros días con una estupenda salud.
Pero en Trevejo, también hay otra seña de identidad: el vino. Las bonitas casas tradicionales, todas con una estructura muy parecida, reservan la planta baja para la bodega, o boiga. Y entrando en algunas de ellas, además de poder probar una botellita de la región, tendrás la sensación de colarte en una especie de museo etnográfico. Por algo será que cuando el santo San Martín fundó el pueblo, allá por el siglo IV, se le llamó San Martín de los Vinos.
Pero no todo es arquitectura popular y costumbres arraigadas. Esta villa, tan cercana a la frontera portuguesa, tiene una historia larga de guerras y líos bélicos, y varias órdenes militares administraron por aquí sus posesiones tras la expulsión de los musulmanes. En la hermosa y porticada Plaza Mayor se percibe todo ese peso histórico, con la Casa del Comendador y una Torre-Campanario marcada con el escudo de armas de Carlos V. Y también hay otras cuantas casas nobles, con su blasón y sus piedras desafiantes, que acompañan aquí a los monumentos religiosos.
La iglesia, naturalmente, está dedicada a San Martín de Tours, aquel santo que, según la leyenda, compartió su capa de legionario romano con un mendigo. No te pierdas las tablas de Luis de Morales que se guardan en su interior, aunque solo sea para entender por qué a su autor le llamaban el Divino. Tampoco dejes de acercarte al Convento de San Miguel; su edificio actual se levantó en el siglo XV, pero se dice que la fundación fue cosa del mismísimo San Francisco de Asís en persona y sandalias.
¿A qué te han entrado ganas de ver San Martín de Trevejo?