Paseando por el hermoso y blanquísimo pueblo de Mojácar podrás ver cantidad de veces una figurita que parece representar un hombre con un arco sobre su cabeza. Se llama Indalo y se dice que proviene de un antiquísimo dibujo rupestre. El caso es que en Mojácar siempre ha estado muy presente porque se dice que atrae la buena suerte. Pero en lugar de ese peculiar ser esquemático, aquí podría estar la estampa del pato Donald. ¿Y por qué? Pues verás...
Como buen pueblo almeriense, Mojácar tiene un importantísimo pasado árabe. Dice la leyenda que cuando los Reyes Católicos llegaron con sus ejércitos, todos los alcaides de la zona se sometieron menos el de aquí. Los monarcas, intrigados, enviaron un embajador, y el encuentro tuvo lugar en la fuente del pueblo. Allí argumentó el alcaide que era tan español como quienes pretendían echarle, y que guerrear entre hermanos estaba muy feo.
Al final, el pueblo fue entregado pacíficamente, y hoy sigue recordando aquel episodio en una fiesta de Moros y Cristianos que celebra el entendimiento y la concordia. Un ejemplo de convivencia entre razas y religiones en un entorno que se presta, porque entre las playas, las montañas y las casas encaladas que forman laberínticas callejuelas, Mojácar es un verdadero placer para la vista.
Así que abre los ojos y camina. Recorre el barrio judío del Arrabal, atraviesa la Puerta de la Ciudad y párate un buen rato frente a la Iglesia de Santa María, que fue construida sobre una antigua mezquita y sirvió además de fortaleza. Al lado tienes la plaza del Parterre, también sobre restos árabes.
¿Que te gustan las fortificaciones militares? Pues no te pierdas la Torre de Macenas, desde la que los cañones vigilaban el mar ya en el siglo XVIII. Tampoco te pierdas la Torre del Peñón o Torre del Pirulico, que es aún más antigua y está junto a una roca con un enorme agujero que te pone en bandeja una foto de lujo.
Bien, pero ¿a qué venía lo del pato Donald?, estarás pensando. Pues verás: se dice que Walt Disney era, en realidad, hijo de una joven lavandera de Mojácar que tuvo que abandonar el pueblo con su pequeño. Se fue a Estados Unidos, pero sus penurias le hacían imposible mantener al niño y acabó entregándoselo al matrimonio Disney, que se hizo cargo de él.
Si no te lo crees, has de saber que Walt sí lo hizo. Tanto es así que en 1940 llegó a enviar tres hombres a Mojácar para rastrear su posible origen almeriense.
